Milmarcos puede presumir de conservar un patrimonio histórico-arquitectónico envidiable, fruto de una recia historia. Forjada, entre otras cosas, por una situación geográfica que la situó en medio de dos reinos históricos, y sus rifirrafes, que a la postre, formaran, entre otros, la España hoy conocida. Aunque también tienen mucho que ver las centenarias raíces de las ilustres familias que han servido, a muy alto nivel, intereses diversos a lo largo de la historia. Siglos de apellidos, de nobles escudos, que han esculpido las piedras de sus calles.
Seguramente, aunque solo sea por tamaño y por su carácter público, lo que más destaca de todo este abanico de joyas es la iglesia parroquial. Y es que, cualquier persona que baje a la plaza, descubre la iglesia incluso antes de llegar a ella (antaño esto no era posible, debido a los dos olmos centenarios que casi la ocultaban).
La Iglesia, nombrada de San Juan Bautista, es una obra de estilo renacentista. Su portada principal, orientada al sur, se abre a la plaza mayor del pueblo, confirmando el citado estilo . Fue iniciada en el siglo XVI, seguramente sobre restos de otra mucho más antigua y de la que se cree que podría haber “sobrevivido” la pila bautismal que se conserva debajo del coro, y que los expertos dicen tener traza románica. Si te sitúas debajo de la clave de bóveda que hay encima del coro, verás el año en que fue acabada (nos vamos a permitir no citarla para, de alguna manera, invitarte a descubrirlo).
La iglesia es de una sola nave a la que se adosa, posteriormente a su inicial construcción, una capilla por obra y gracia de los Lopez-Montenegro. Recientemente, y tras la supresión del suelo de madera que tenía esta capilla por estar en mal estado, ha aparecido un escudo en piedra en lo que parece ser una lápida a pie de su retablo.
Ciertamente, lo que más llama la atención de la iglesia es su altar mayor. Nueve metros de altura por ocho de anchura hacen de este retablo una grandísima obra de arte. De estilo manierista, fue realizado por los artistas Pedro Virto, Antonio Bastida, Francisco del Condado y Juan Arnal, en diferentes fases, allá por los años 1636 al 1640.
Otro de las joyas de la iglesia es su espléndido órgano, datado en el siglo XVIII, actualmente en mal estado, pero que presume de ser uno de los mejores de toda Castilla.
Completan el “patrimonio” artístico de esta iglesia distintos retablos: el de la Virgen del Pilar, regalo de la familia Yturbe; el retablo de San Sebastián; el de la Virgen de Rosario; o el de San Francisco.
Recientemente se ha inaugurado un pequeño museo en que se pueden admirar algunas piezas de valor que la iglesia ha ido adquiriendo a lo largo de su historia, casi todos ellos regalos de las ilustres familias milmarqueñas.
Poco a poco se va avanzando en la conservación y mantenimiento de esta joya de Milmarcos. Os invitamos a ampliar estas pinceladas de historia que aquí os contamos a través de las visitas culturales que la asociación Milsenderistas realiza de vez en cuando para descubrirnos muchas de las singularidades patrimonio de Milmarcos.
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