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Prohibido jugar a la pelota

Se prohíbe jugar durante los oficios religiosos y mucho menos jugar a la pelota en los muros de la iglesia, especialmente en la zona del altar mayor… Ambas prohibiciones se emitieron en el siglo XVII, pero no hay constancia de que se hayan derogado.

Lo que si conocemos es cuándo, quién y cómo se construyó el actual frontón. También cuánto costó, 500 reales, aunque parece que se descontaron 20 para aguardiente.

La autoridad siempre ha tenido problemas con el juego en este país, especialmente con el “juego de pelota”, en sus múltiples variantes. Cuestiones de orden público y seguridad, pero también por la moralidad y las apuestas ilegales.

En Milmarcos parece que el asunto estaba más bien relacionado con el respeto, o la falta de respeto, a los actos religiosos. Un sacerdote anónimo escribió en el Libro de Fábrica de la Iglesia que “algunas personas, dando mal ejemplo y teniendo poco respeto a que mientras se dicen los oficios religiosos y obras canónicas en la iglesia, no se debe jugar y están jugando”.Sin título

A otro sacerdote tampoco le pareció bien que se jugara a la pelota “en la parte que corresponde al altar mayor donde está el Santísismo Sacramento” y, ya puestos, alrededor de la iglesia. En esta ocasión la pena era de órdago: “excomunión mayor latae sing. sententiae trina canonica monitione praemissa”. Lo que viene a significar que te enviaban al infierno tras excomulgarte, sin aviso previo y sin remisión de condena.

No se andaban con chiquitas… aunque en este caso quizás lo que les movía era la envidia ya que desde la Edad Media el clero tuvo prohibido jugar a la pelota en el Reino de Castilla, incluso detenerse a ver como jugaban otros, según consta en las Partidas de Alfonso X el Sabio.

Desconocemos, eso sí, a que se refieren con eso de “jugar a la pelota”, ya que, por aquel entonces, a nadie se le ocurrió dejar constancia para la posteridad de las reglas y formatos de ese juego, algo que da pie a pensar que se trataba de algo muy común y conocido. Según la segunda de las prohibiciones, nuestros antepasados lanzaban la pelota contra la pared, más en la línea de la llamada pelota vasca que de las versiones levantinas del juego, lo que no parece muy extraño teniendo en cuenta la proveniencia de los pobladores cristianos tras la reconquista y algunos de nuestros apellidos.

Lo que si sabemos es que no tuvimos una pared apropiada hasta el siglo XIX, cuando se decidió construir nuestro magnífico frontón… según se puede leer en un documento, su acta de “nacimiento”, en el que se detallan sus medidas y condiciones, su coste y su constructor, además del cierto debate que suscitó la elección de su ubicación.

El ayuntamiento “y varios contribuyentes” decidieron su construcción en “la plaza de la fuente”, frente a la casa de Mariano Herreros y Pascual Martínez, con el voto en contra de Santiago López Montenegro, Andrés Escolano y Nicolás Iturbe, quienes “manifiestan no se conforman se edifique en el acordado punto por perjudicar a la plaza”.

Curiosa y meritoria preocupación estética de estos señores, aunque ¿como sería el pueblo sin el frontón? Y ya puestos, con la Huasera ya en desuso (ya teníamos cementerio en las afueras) y sin la fábrica, construida décadas después…. ¿cómo era entonces esa plaza?

En cualquier caso, el documento explica que el frontón debe ser de “calicanto y bien revocado y lucido por las dos caras”, de cien varas de altura por once de ancho y con unos cimientos de vara y media de profundidad. No se habla para nada de la cancha de juego, ni de los poyos que la enmarcan, por lo que podría pensarse que, inicialmente, el suelo sería de tierra.

El encargado de la obra fue Lorenzo Anglada, quien tasó la obra en 500 reales, 80 menos que la propuesta de Juan Vicente Romero.

El documento incluye una cláusula muy extraña: ambos albañiles ofrecieron, “para este acto”, 20 reales en aguardiente… ¿para que se los quedara el ayuntamiento o para que se lo pimplaran los señores concejales?.

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