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Los milmarqueños que conquistaron América

Estas tierras magras han sido siempre propensas a la emigración, por la escasez y la pobreza, pero también por el espíritu emprendedor de sus gentes.

Algún día alguien tendrá que recuperar la historia de la emigración de los años cincuenta y sesenta, cuando los milmarqueños, acostumbrados a los viajes de los músicos y esquiladores, dieron el paso de marcharse a Barcelona, Zaragoza, Madrid…

En esta ocasión, sin embargo, nos vamos a fijar en otros milmarqueños, un poco más arriesgados, y sus aventuras por la Indias allá por el siglo XVII:

Los primeros que cruzaron la “mar océana”, al menos que sepamos, fueron los López Olivas: don Martín de Olivas y su sobrino, Juan López de Olivas.

Según afirma el cronista Herrera Casado:

Nació el primero en Milmarcos hacia finales del siglo XVI. Alcanzó altos puestos en la milicia real española, distinguiéndose en las campañas americanas. Fue su carrera hasta los puestos de teniente general y gober­nador de la Nueva Vizcaya, en Indias. En 1621, y en acción guerrera, mu­rió. El segundo sirvió al rey junto a su tío, también en América, y al morir aquel volvió a España, quedando en su pueblo natal de Milmarcos, de donde era regidor en 1626. En la zona minera de la Vera Cruz de Tapía, en Nueva España, ejerció cargos de responsabilidad, y aquí en su villa natal levantó un palacio, hoy medio derruido, cobre cuyo portón luce un bello escudo de armas en el que se lee «sicut olivas fructi­fera», como estímulo para continuar realizando más grandes tareas.

“Distinguiéndose en las campañas americanas”… tras esa pequeña pista nos hemos encontrado que el capitán Martín protagonizó hechos de gran renombre durante la sangrienta revuelta de los indios Tepehuanes, en 1616, en la Sierra Madre Occidental mexicana.

Martín fue enviado en socorro de los españoles de la zona de Santiago de Papasquiaro, pero, debido a la fuerte resistencia de los indios, que habían masacrado a cuanto hispano se encontraron, se tuvo que refugiar en La Sauceda, donde estuvo sitiado durante cuarenta y dos días.

Aunque no se cita expresamente su lugar de nacimiento, las coincidencias son suficientemente significativas como para dar por válido su origen milmarqueño. La revuelta fue muy sonada y sus detalles se recogen en múltiples documentos de la época, en los que se cita a Martin de Olivas como “riquísimo aragonés que en México obtuvo del virrey el título de Marqués” y “minero rico de Topia y que era muy práctico en la tierra”.

En cuanto al segundo, Juan, volvió a Milmarcos, donde efectivamente fue regidor de la villa, con riquezas, honores y un montón de historias….y seguramente entre sus oyentes estaban Juan y Francisco de la Muela López (de los Muela de toda la vida…).
Y claro, poseídos por el deseo imperioso de cristianizar a aquellos indios descreídos y puede que también con la sana intención de hacerse ricos, pues decidieron cruzar la mar oceana, que para los de secano tampoco es tan difícil.

Y para ello tuvieron que pedir la correspondiente licencia:
Según consta en el Archivo General de Indias, solicitaron licencia de pasajeros “Juan de la Muela López y su hermano, Francisco, hijos de Francisco la Muela y María López”, acompañados de “los criados Atanasio Reaton, de Ibdes, y Juan Núñez Jimenez, de Campillo”.
En la licencia se señala que tienen la sangre limpia, sin antecedentes judíos ni moriscos, condición en aquella época para lograr pasaje a las nuevas tierras americanas.

No se tiene mayor noticia de ellos, aunque si de alguno de sus parientes: en 1689, según consta en el padrón de peninsulares de la ciudad de México, aparece un tal Juan Rodríguez de la Muela, “natural del lugar de Milmarcos, en Castilla”, mercader con almacén y residente en la calle Balvanera (calle que, por cierto, todavía existe).

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