Historia

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Detalle de un remache de la puerta de la ermita de Jesús de Nazareno.

Cruce de caminos, escenario de pequeñas y grandes tragedias, la historia de Milmarcos se encuentra dispersa en legajos y documentos por medio mundo, oculta pero bien visible en sus edificios y construcciones, llenos de pistas misteriosas.

Perdida además buena parte de la tradición oral, las cuatro leyendas que nos han llegado esconden mucho mejor que explican la historia del pueblo,su origen y su esplendor: Obispos, guerreros, nobles y judíos caminaron por la calles del pueblo…..

Por empezar por algún sitio, empezaremos por el principio: el primer testimonio de la presencia de poblaciones en este territorio se encuentra en la cima de la Cueva del Moro, donde las excavaciones realizadas para la construcción del parque eólico pusieron de manifiesto tres asentamientos humanos del período neolítico. Curiosamente, muy cerca de estos, aparece el siguiente rastro: su nombre, la Cueva del Moro, a pesar de nuestra vieja tradición, podría tener su origen en una palabra de origen indoeuropeo, Mor.

Volviendo a la historia, y dejando de lado el pequeño paréntesis de la dominación musulmana, de la que no tenemos muchos datos, es justo al término de este época cuando aparece el primer testimonio escrito sobre Milmarcos, citando el nombre del pueblo con esta grafía Mil-Marchos: así consta en el Fuero de Calatayud (datado en 1131) el documento que daba estructura jurídica a los territorios recién reconquistados.

Según este documento, Milmarcos, junto con otros pueblos del entorno, reconquistados en 1122, constituye la frontera de este nuevo territorio, una ubicación que se repetirá a la lo largo de los siglos y que, probablemente, ya venía ocurriendo desde tiempo inmemorial: la configuración del territorio, nuestra situación dominando el valle del Mesa, cabecera a su vez del valles del Jiloca, hace pensar a los historiadores que han tratado este asunto que la actual frontera entre Castilla y Aragón viene de muy antiguo, incluso de época celtíbera.

La siguiente cita histórica aparece más de un siglo despúes, en 1241, en un privilegio concedido en la ciudad de Medinaceli, documento firmado por “D. Mazelo”, abad de Milmarcos.

Siglo XV

Tras un salto de más de dos siglos sin referencias conocidas, un documento fechado en 1468 recoge una curiosa escaramuza: Luys de Velasco, caballero de la princesa Isabel (la que más tarde será conocida como la reina católica) se ve obligado a refugiarse en la iglesia del pueblo, donde se hospedaba, cercado por las huestes de Juan de Funes, señor de Villel.

Esta refriega se enmarca en las luchas del final de la Edad Media entre la nobleza y el poder real, la antesala de la Edad Moderna, una época que en Milmarcos, como en tantos otros sitios, supone la aparición de los temidos familiares de la Santa Inquisición.

Un terrible ejemplo de la actuación del Tribunal del Santo Oficio en Milmarcos se guarda en el Archivo de la Inqusición de la Diócesis de Cuenca, en la que se relata el proceso contra Inés Bernal, nacida en el pueblo, hija de judíos conversos y culpable de mantener vivas tradiciones familiares tan peligrosas como guardar los viernes o cocinar con determinados ingredientes.

También en estas fechas se producen algunos acontecimientos históricos de extraordinaria relevancia que acabaron con la ejecución del Justicia de Aragón y el comienzo de la Leyenda Negra y que, en nuestro pueblo, parecen tener reflejo en la extrañan muerte de un cura milmarqueño en Villel, una lápida sobre un dintel y unos manuscritos guardados como oro en paño en una universidad estadounidense.

Edad de Oro

Los siglos XVI y XVII son la auténtica Edad de Oro milmarqueña: la riqueza fluye por sus calles y se construyen la iglesia y la mayoría de las casas nobles, en el marco de lo que merece llamarse un auténtico plan urbanístico.

Las fuerzas vivas del lugar, quizás dirigidas por alguien con nombre y apellido, un personaje desconocido pero que, si realmente existió, merecería pasar a la historia, elaboraron un trazado urbano basado en las ideas renacentistas.

Milmarcos, su traza urbana, se adecúa a la perfección con las teorías renacentistas de la ciudad ideal, basadas en San Agustín y su Ciudad de Dios, origen de algunas de las ciudades más bellas del mundo, como Ubeda, Baeza y, sobre todo, las americanas.

En este proceso la mayor parte de los milmaqueños abandonó el viejo pueblo apiñado en la Muela, seguramente lleno de edificaciones en ruinas, y se desplazaron al nuevo, al nuevo Milmarcos, con sus amplias y saneadas calles y sus nuevos y maravilllosos edificios ….. aquí podría encontrarse el origen de la confusa leyenda que habla de dos pueblos unidos.

También podría ser la explicación del apellido Muela, originariamente, según algunos documentos que se conservan, escrito con el formato “de la Muela”.

El esplendor del siglo XVII corresponde con el momento culminante del éxito económico del pueblo: ubicado en un paso natural entre la Meseta y la depresión del Ebro, Milmarcos es la cabecera desde el lado castellano del ramal que enlazaba Madrid y Toledo con Calatayud y que se unía en Tortuera con el camino real, la autopista de la época, entre el centro, Zaragoza y Barcelona.

Esta circunstancia supuso que se instalará en Milmarcos una aduana, cuya ubicación nos resulta en estos momentos desconocida, con unos ingresos realmente impresionantes para la época.

Los réditos de esa frontera, la margen de lo que debía enviarse al Rey, suponían una fuente de ingresos muy sustanciosa, lo que explica la magnificencia de las construcciones que ha pervivido hasta nuestros días.

A esto hay que añadir que el pueblo se constituyó en mercado natural entre ambos lados de la frontera y con el norte, con Soria, circunstancia que pervivió posteriormente en los mercados anuales que se mantuvieron hasta el siglo XX.

Esta posición privilegiada de Milmarcos en el trazado de caminos de tradicionales, en competencia con la ruta que discurría por el valle de Medinaceli, más largo y sinuoso, pero que terminó imponiéndose al construirse el ferrocarril y Madrid-Calatayud-Zaragoza, también tuvo sus consecuencias en las épocas menos pacíficas de los reinos españoles.

Guerras y guerrilleros

Al igual que lo ocurrido en la Edad Media, con los ejércitos castellano y aragonés arrasando ambos lados de la frontera en los diversos conflictos que hermanaron a ambos reino, durante la Guerra de la Independencia y, posteriormente, durante las algaradas carlistas, Milmarcos sufrió las idas y venidas de los ejercitos y partidas guerrilleras.

Destaca, entre los varios momentos recogidos en los libros de Historia, la presencia en nuestras tierras del famoso guerrillero El Empecinado, que incluyo llegó a juntar en el pueblo nada menos que 1.500 hombres con el objeto de atacar Calatayud.

Posteriormente, carlistas e isabelinos también corrieron por nuestros campos: incluso existe constancia de una partida carlista formada en Milmarcos en 1868, rapidamente disuelta.

Tras esos suceso, y hasta la Guerra Civil, las noticias que se conservan en libros y revistas hacen referencia a pequeños sucesos, con algún que otro asesinato y varios incidentes menores, así como a medidas económicas e inversiones en infraestructuras.

Solo destaca un gran suceso que conmovió España: una terrible tragedia que hizo correr ríos de tinta y que llevó incluso a la redacción de editoriales pidiendo responsabilidades y cambios legislativos. Como en otros casos, una pequeña pista del suceso se encuentra a la vista de todos: una cruz en el cementerio con una frase criptica.

(Este suceso, junto con algunas de las historias que se han esbozado en este texto, se desarrollarán en próximas entregas del blog de historia que inauguremos en breve en la web: en sus páginas hablaremos de la judía Inés Bernal y de los obispos y clérigos milmaqueños, de los guerreros y guerrilleros, incluso del un conquistador.

Hablaremos de apellidos, toponimia, caminos y restos arqueológicos…… Como todo en esta web, estará abierto a la colaboración de cualquiera que tenga interés y tiempo).

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